Antes de que nos enganchemos a una historia épica o recorramos un mundo abierto repleto de detalles, alguien ha tenido que darle forma a ese universo desde cero. Esa primera chispa visual la enciende el concept art, una disciplina que convierte ideas abstractas en realidades tangibles. Gracias a este proceso, los videojuegos no solo cuentan historias: las muestran de forma única. Si te apasiona este arte, estudiar un máster en concept art puede ser el primer paso para entrar en una industria que mezcla creatividad, técnica y narrativa visual como pocas. Porque detrás de cada gran aventura hay ilustraciones que han marcado el camino.
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Qué es el concept art y por qué lo vemos sin darnos cuenta
Aunque no siempre seamos conscientes, el concept art está presente en cada rincón de un videojuego, ya sea el diseño de un héroe carismático, el aspecto de una ciudad futurista o la creación de un monstruo aterrador. Todo comienza con un dibujo, pero no uno cualquiera. El concept art no busca ser una obra final ni espectacular: lo que pretende es comunicar una idea con claridad, para que todo el equipo de desarrollo tenga una referencia común.
Todo parte de una fase previa donde el artista investiga y recopila referencias. No vale con sentarse y ponerse a dibujar lo primero que se le ocurra. Si el juego está ambientado en un Japón feudal, por ejemplo, toca empaparse de su arquitectura, su ropa, sus armas y hasta su mitología. Luego, con esas referencias en la cabeza, empieza el festival de bocetos: se exploran formas, proporciones, estilos y mil combinaciones distintas. A esta etapa se le suele llamar “thumbnailing” y es clave para dar con la silueta perfecta o la atmósfera exacta que se busca. Es un proceso donde se prueban muchas ideas a gran velocidad, sin miedo a equivocarse, porque cada error lleva más cerca del concepto acertado.
El encargado de este proceso es el concept artist, que tiene un arsenal de recursos alucinante. Aunque algunos siguen empezando con lápiz y papel para liberar la mano, lo habitual es trabajar con herramientas digitales como Photoshop, Clip Studio o incluso Blender. Estas herramientas permiten trabajar con capas, jugar con luces, perspectivas y texturas, y corregir al instante cualquier parte de la ilustración. Algunos combinan el dibujo con fotos reales (eso que llaman photobashing) o con modelos 3D sencillos que les ayudan a entender la escena desde cualquier ángulo. La clave está en usar lo que haga falta para contar visualmente una idea de la forma más directa y efectiva posible.
Así influye en lo que sentimos cuando jugamos
Lo más potente de todo esto es que el concept art influye directamente en lo que sentimos mientras jugamos. Esa emoción que nos despierta un atardecer desde lo alto de una montaña, o el miedo al entrar en una cueva oscura, nace de decisiones visuales tomadas desde el principio del proyecto. El artista conceptual define las paletas de color, los encuadres, la luz, las texturas… Todo eso crea una atmósfera que se queda grabada en la memoria. También los personajes nos transmiten cosas desde su apariencia: un héroe noble, una villana elegante o un monstruo grotesco. Cada detalle de su diseño nos dice algo, y eso empieza en los bocetos. Incluso si el jugador nunca ha visto el concept art original, lo siente. Porque el arte conceptual no solo construye mundos, también moldea emociones.
Puede que el concept art no aparezca directamente en la pantalla, pero su huella está en cada rincón del juego. Es lo que permite que todo tenga coherencia, que cada escenario y cada personaje parezca pertenecer al mismo universo. Cuando un juego tiene una dirección artística sólida, es porque alguien lo visualizó antes de que existiera. Y eso, al final, es lo que hace que un juego no solo se juegue, sino que también se recuerde. Por eso, aunque el concept art sea una de las partes más invisibles del proceso de desarrollo, también es una de las más esenciales. Porque es donde todo empieza. Porque sin esas primeras imágenes, los videojuegos no tendrían alma.
Videojuegos míticos en los que el concept art ha marcado la diferencia
Muchos de los juegos que nos han dejado huella tienen detrás ilustraciones que, aunque nunca se ven directamente mientras jugamos, definieron todo lo que sentimos al recorrer sus mundos. En The Last of Us, por ejemplo, el tono crudo y melancólico no nació por casualidad. Desde el inicio, los artistas conceptuales de Naughty Dog imaginaron ciudades devoradas por la naturaleza, atmósferas apagadas y personajes cargados de humanidad. Esos dibujos marcaron cómo se verían las ruinas, la iluminación tenue o incluso los gestos de Joel y Ellie. Cada detalle partió de una intención visual clara que, una vez trasladada al juego, consiguió que el jugador viviera una historia tan desgarradora como real.
En The Legend of Zelda: Breath of the Wild, el mundo abierto que tanto nos impresionó comenzó siendo una serie de bocetos preciosistas. El equipo artístico pintó paisajes con una estética cercana a la acuarela, zonas con identidad propia, criaturas que mezclaban lo ancestral con lo fantástico. Fue ese trabajo previo el que permitió que, al jugar, cada rincón de Hyrule nos transmitiera curiosidad y asombro. El concept art fue clave para que el mundo tuviera coherencia, variedad y personalidad desde la primera escena hasta la última.
En el caso de Assassin’s Creed Odyssey, ambientado en la Antigua Grecia, el concept art fue decisivo para construir templos majestuosos, costas bañadas por el sol y ciudades rebosantes de mitología. Los artistas partieron de estudios arqueológicos reales, pero añadieron un toque épico a cada paisaje. Esa visión artística, rica en detalles y con una paleta cálida y luminosa, ayudó a dar vida a una Grecia idealizada que mezclaba historia y fantasía. Cada isla, estatua o conjunto de columnas partió de bocetos que buscaban despertar el deseo de explorarlo todo. En el más reciente Assassin’s Creed Shadows, que traslada la saga al Japón feudal, el concept art ha tenido aún más peso. No bastaba con representar castillos o aldeas: había que capturar la esencia visual de una época cargada de simbolismo, honor y tradición.